La mujer que bajó del tren by Day Keene

La mujer que bajó del tren by Day Keene

autor:Day Keene [Keene, Day]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1954-01-01T00:00:00+00:00


Ferron plegó cuidadosamente el diario y lo dejó sobre la mesa. Ahora comprendía por qué nadie concurría a la feria. Ese editorial del Bay Bayou Picayune era un bellísimo chantaje. Los ojos de Bay Bayou están fijos en todos ustedes. En otras palabras, no se acerquen al parque de diversiones porque, si lo hacen, la próxima vez que necesiten crédito o un préstamo no los van a conseguir; incluso podrán no encontrar trabajo, ni tierras, ni nada.

Lindo momento había elegido para trabajar en un pueblo que era evidentemente hostil. Ahora que ya les había sacado el jugo a los obreros de los talleres ferroviarios, era muy posible que no obtuviera ni diez dólares más de Bay Bayou.

Ferron alzó su sombrero del piso y se dirigió a la sala. La alfombra descolorida estaba prácticamente cubierta de puchos de cigarros y cigarrillos. Y de escupitajos de tabaco. Todos los libros habían sido sacados de los estantes. Alguien había abierto con un cuchillo el tapizado del sofá, probablemente en busca del dinero.

En la sala hacía tanto calor como en la cocina. La camisa de Ferron se le había pegado a la espalda.

Si los anillos de la rubia eran falsos, si toda su fortuna alcanzaba a doscientos dólares, podría ser que sus declaraciones fueran veraces. Que nada de lo que afirmaba la Associated Press hubiera sucedido.

Es cierto que esa agencia no cometía errores tan gruesos, pero no habría sido la primera vez que se falsificaban fotografías y epígrafes. Ferron deseó en aquel momento hablar con el señor Roberts. De todas maneras, se proponía hablar con alguien que trabajara en el Picayune. Preferiblemente con el diagramador o el capataz del taller.

Marva apareció en la escalera llevando sus dos valijas del mismo color. Se había echado el pelo hacia atrás y lo había peinado con un rodete. Ahora tenía puesto otro vestido blanco, sin breteles, que acentuaba la rotundidad de su busto, la piel satinada de sus hombros y las tentadoras redondeces de sus caderas.

Ferron la detuvo en el primer escalón y tomó las valijas.

—¿Y lo de anoche, Marva?

—¿Qué hay con lo de anoche?

—Siento mucho haberme ido, dejándote sola aquí.

Pero es que esa fotografía con su epígrafe me golpearon fuerte.

El rostro de ella estaba a menos de dos pulgadas del suyo.

—¿Y entonces?

—Y entonces, lo siento mucho.

Ella tenía un aire tan dulce y perfumado que él sintió que tenía que besarla. Lo hizo. Marva mantuvo los labios fríos y apretados.

—Debe de haber andado bien la feria anoche. —Pasó al lado de él y por una de las ventanas francesas salió a la galería—. Porque yo cobro, ¿te acuerdas? Y cobro mucho. Hasta quinientos dólares.



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